Muchos piensan que residir en un Colegio Mayor supone una disminución de libertad. Sin embargo, con la experiencia, hemos aprendido que “a veces la verdadera libertad exige sacrificio”. Uno sabe que para labrarse un futuro de libertad a veces debe estudiar en lugar de descansar, o salir de casa en lugar de cursar sus estudios allá donde vivía. En definitiva, debemos entender que vivir en el Colegio Mayor nos proporciona libertad en nuestra vida, incluyendo, también, la posibilidad de compartir la fe religiosa.
Durante los años que permaneces en el Colegio vas llenando el corazón del espíritu agustiniano; algo que no solo te toca a ti, sino que lo transmites a todo aquel que comparte tu día a día. En muchas ocasiones ocurre de forma inconsciente, porque es algo que sale de uno mismo: una sonrisa, la entrega desinteresada a los demás, un abrazo en el momento más adecuado…
En la vida encontramos a personas que, sin haber conocido a Jesús, fundamentan su vida en los mismos valores del Evangelio: la gratitud, generosidad, el amor, el consuelo o la esperanza son algunos ejemplos. Si una vida religiosa crea una perfecta simbiosis entre el modo de vida personal y la convivencia con los demás, esto no implica que no haya más caminos para conseguir una buena integración en el Colegio Mayor. Sin embargo, el cristiano debe dar un paso más allá, siendo su vida un reflejo sincero de su fe. De esta forma, este sentimiento religioso te impulsa a convivir con los demás, no solo en el Colegio Mayor, sino también en cualquier otra circunstancia de la vida.
En el Aula Fe-Cultura o el grupo de oración uno puede encontrar respuestas a algunas de las preguntas que todos nos hemos planteado alguna vez. Profundizar en la necesidad de la oración, descubrir el contenido del Evangelio o compartir tu experiencia religiosa no es algo vacío o sin significado, sino que ofrece una forma de entender el mundo y una manera de compartirlo desde otro punto de vista más profundo.
Además de compartir nuestra fe con los demás, también es imperioso guardar unos minutos de nuestro tiempo para la reflexión personal. No solo debemos dedicar nuestro tiempo al estudio o la convivencia con los compañeros, en ocasiones también es importante hablar con uno mismo y descubrir cómo me siento. A veces, estos momentos de reflexión actúan como una isla de tranquilidad en medio del mar turbulento del día a día en continuo movimiento. Gracias a ellos podremos conocernos mejor, descubriendo, a su vez, la presencia de Dios en nuestra vida. Es en estos momentos de silencio donde escuchamos con más nitidez el susurro de Dios.
Esta forma de vivir y compartir es una posibilidad real en el Colegio Mayor desde que uno llega como novato hasta que termina su etapa como colegial, y si ya cuando uno viene al colegio posee sensibilidad religiosa, durante los años que permanezca en él tiene la oportunidad de fortalecerla, formarla y compartirla, alcanzando una mayor madurez de su fe. Todo ello es una oferta muy valiosa del Colegio Mayor Universitario San Agustín que no puede desaprovecharse.